No todo es lo que parece...
Era una fría tarde de invierno, mientras aquella extraña mujer vestida siempre de negro, contemplaba tristemente el horizonte lejano a través del cristal de la ventana. Era delgada, de tez muy pálida y su rostro parecía angelicalmente triste. Todas las tardes de fin de semana se sentaba en la misma mesa, acompañada de una taza de té negro con vainilla, y su mirada se perdía en la profundidad de la distancia. Aquel ritual duraba exactamente una hora, luego se levantaba lentamente y se marchaba, siempre con aquella mirada perdida y sumergida en algún mundo bastante lejano al de donde ella en realidad vivía. Pasaron unos meses desde que llegué a esta ciudad y la vi por primera vez en aquel lugar. Recuerdo que tenía unas clases muy tediosas los fines de semana y necesitaba pasar antes por un café para terminar unas tareas pendientes y al mismo tiempo evitar parecer un zombie andante en medio de una ciudad que estaba a punto de volverme loca. Ell...