Una extraña historia





En un misterioso bosque encantado ubicado muy lejos de todo y cerca del final del arco iris, existía un lugar en donde la naturaleza no seguía el curso natural de la vida. Era un paraje diferente por no decir extraño, en donde la realidad se mezclaba con la fantasía y los sueños convivían de la mano con el mundo.


En el centro de aquel frondoso paisaje había sido construida una hermosa cabaña de color verde que se confundía con la vegetación que la rodeaba. Allí vivía un apuesto caballero que luego de una agitada vida en la ciudad, había decidido internarse en lo más profundo de la naturaleza. Fue conducido a ese maravilloso lugar siguiendo los impulsos de su corazón y dejándose guiar por la fascinante energía de aquel bosque. La vida era deliciosamente tranquila y revitalizante, convivía en completa armonía con todas las especies de seres allí existentes.


Un buen día escuchó a lo lejos una peculiar melodía que lo sedujo de manera repentina y lo empujó a seguirla para descubrir de dónde provenía aquel dulce sonido. Caminó durante horas por el hermoso paisaje y se adentró por una ruta que hasta el momento no había advertido en otras ocasiones, llegó a lo más alto de una montaña y pudo divisar por fin a aquel extraordinario ser que emitía tan agradable y cautivante sonido, nunca antes percibido. 

Era una especie de ave brillante de tamaño mucho más grande que el normal, de plumas amarillas como el oro y un pecho celeste como las profundidades de un cielo despejado. Tenía un pico largo y muy delgado de color anaranjado tipo neón que se abría y cerraba de acuerdo a la melodía que entonaba, y que si se le miraba por mucho tiempo podía llegar a cegar la vista.

El extraño pájaro continuaba entonando su cántico sin advertir que estaba siendo observado y que su soledad había sido quebrantada por la presencia inusual del joven personaje.

El caballero de la montaña quedó deslumbrado con aquel mágico espécimen, pensó que era un ave muy hermosa y quiso acercarse para poder verla más de cerca. De pronto sintió temor de ser descubierto y de espantar a ese seductor ejemplar que lo tenía casi hipnotizado. Se acercó lentamente, sacó una pequeña flauta que llevaba en el bolsillo de su chaqueta y empezó a imitar el sonido del canto del ave.

La criatura que nunca había oído algo similar a su propio canto, por ser única en su especie, se asombró de aquella fabulosa interpretación que el caballero entonaba ahora más de cerca.

Ambos personajes se miraron por un segundo que pareció eterno y se sintieron seguros el uno con el otro. Continuaron por un largo rato produciendo aquellos acordes que lograban llegar al cielo y que hubieran podido hacer escuchar hasta al más sordo y enternecer al hombre más insensible de la tierra.

El caballero no deseaba alejarse de la hermosa ave, se sentía muy feliz de haber hallado a un ser tan especial para compartir su música, así que concibió un plan para llevarla con él a casa. Entonó una melodía tan perfecta que ni él mismo reconoció puesto que le había salido del alma, y el ave intrigada olvidó su naturaleza y procedió a seguir al singular personaje que la había descubierto. Atravesaron el bosque hasta llegar a la cabaña, el caballero dio vuelta y tendió su mano para hacer el primer contacto físico con aquel ser. El ave lo miró y se sintió segura, se acercó y se posó lentamente sobre el brazo del hombre, quien con mucho cuidado la colocó dentro de una hermosa jaula de oro con incrustaciones de piedras preciosas y una delicada puerta de cristal. El ave, que llegó a confiar en el caballero, se sintió por un momento segura dentro de aquella hermosa cárcel de cristal, disfrutó la compañía y experimentó la paz.


Así pasaron los días y los meses, ambos empezaban a descubrir una nueva forma de vida en compañía, se divertían entonando las más maravillosas canciones que se pueda imaginar y disfrutaban de la experiencia. Todo era perfecto hasta que un buen día el joven caballero empezó a dejar de cantar con el mismo entusiasmo de siempre y el ave comenzó a extrañar su tan preciada libertad. Ambos hicieron un pacto silencioso de seguir adelante, una especie de compromiso de esos que no se dicen pero se asumen con hidalguía. El hombre se esforzaba por engreír al ave y el ave intentaba con todas sus fuerzas complacer al hombre, hasta que llegó el momento en que la tristeza empezó por apoderarse de sus almas y envenenar su felicidad. 

Aquella seguridad y tranquilidad que antes habían experimentado comenzó por asfixiarlos, se transformó en nostalgia y dejaron de cantar, dejaron de reír, dejaron de disfrutar y surgió la añoranza de los recuerdos del pasado, que no necesariamente fueron mejores pero sí muy diferentes.


Un buen día el caballero se compadeció de la infelicidad del ave y decidió dejar la puerta de la jaula abierta, salió a caminar en dirección al bosque sin atreverse a mirar en ningún momento hacia atrás, temía que si lo hacía saldría corriendo detrás del ave.

Muy tarde de regreso a su morada, sabía que nada sería igual, lo esperaría una casa sin melodía, una jaula vacía y una pena muy grande. Recordó cuál fue el motivo que lo impulsó a tomar esa decisión y supo que era lo correcto, la vida se había tornado rutinaria para ambos, había perdido su brillo y se estaba transformando en una especie de farsa permitida. 


Pasó cierto tiempo y el hombre continúo con su vida; a veces la melancolía lo visitaba y añoraba épocas que recordaba o imaginaba mejores. En algunos casos, la memoria suele colorear las imágenes de los recuerdos de una manera mucho más especial a lo que realmente fueron.


Durante la primavera mientras contemplaba el sol ocultándose detrás de las montañas, el caballero se dio cuenta que aunque el ave no estuviera ya con él, podía seguir disfrutando de la música, pues la había aprendido muy bien; y comenzó a tocar con mucho sentimiento. Un gran alivio abrió su corazón y llenó de paz a su alma.

Un buen día, en una de esas tardes en que solía entonar la hermosa melodía que alguna vez compartió con el ave, sintió de repente una presencia que lo observaba, dejó de tocar, levantó la mirada y pudo divisarla. Era ella, aquel hermoso ser estaba de pie frente a él, continuó con la tonada y lo animó a seguirla. De pronto se vieron ambos disfrutando de la extraña musicalidad que alguna vez los había unido y la alegría los embargó.

Desde ese momento, el hombre prescindió de la jaula y el ave siendo libre regresaba todos los días a compartir con él los maravillosos momentos de dicha que los unía. Su amor fue eterno y sin condiciones, fue sincero y sin ataduras. Ambos vivieron la vida que anhelaron vivir, se hicieron uno siendo libres, se hicieron libres estando juntos.

Comentarios

  1. Hola Patty, me gusta cómo escribes y he estado leyendo varios de tus post. Te felicito tienes buenas historias!!! Tengo un blog ( http://cuentosquecuentalagente.blogspot.com ) donde recopilo historias, cuentos, anécdotas, etc. y me gustaría mucho que participes con algo de tu autoría, ya sea inédito o de tu blog. Quedo a la espera de tu respuesta!!!
    Si fuera positiva, necesitaría tambien tu foto retrato para la portada de tu historia!!!
    Un fuerte abrazo y exitos!!!!

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    1. Hola :)
      En verdad me encantaría... voy a echarle un vistazo a tu blog, me parece interesante la idea!!!

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