La Puerta


A veces me topo con la Melancolía, siempre tiene algunas historias que contarme. En el fondo sé que exagera un poco, pero finalmente llego a tolerarla ya que entiendo que es parte de su delicada esencia.

Otras veces viene a visitarme la Tristeza con su pose cabizbaja y su rostro de dolor. No me gusta cerrarle nunca la puerta, puede que su visita traiga consigo una lección de honor.

El Orgullo sí que suele confundirme, sabe llegar en el peor de los momentos y puede perderse en el instante en que más lo necesito. Unas veces me traiciona y otras en cambio puede llegar a marcar la diferencia.

Quien viene más seguido a posarse por mi puerta es la Alegría, con su eterna sonrisa y su toque de color, llega siempre en el momento preciso a cambiarme hasta el peor humor.

A quien no tolero es la Pereza, siempre con eternas excusas evitando a la llamada Acción, cuanto menos se me cruce mayor será mi diversión.

La Felicidad es la más utópica de todas, siempre cargada de infinitas promesas, intentando a toda costa arrebatarme el tan preciado Hoy.

La banalidad intenta escabullirse diariamente, desconoce a la Invitación. Siempre intenta seducirme con su artillería cargada de falacias, su objetivo es minar mi interior.

La soledad ahora pasa de largo, ya no suele visitarme como antes y creo que está resentida, porque ya no le permito quedarse mucho tiempo en mi vida.

El amor vino a visitarme algunas veces, su magnífica presencia siempre fue un gran placer. También es cierto que hace mucho que no me visita, pero creo que entiendo cuál es su lección.

Finalmente mi puerta siempre suele estar abierta, no pretendo negarme ningún tipo de emoción. Es mejor sentirlo todo, que evitar vivir por temor.

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