A mi Cupido lo mandé de vacaciones, ¿Y qué?

Debo confesar que me embarga la dicha y una sensación de libertad se apodera de todo mi ser. El motivo: decidí prolongar las vacaciones de mi Cupido y está vez en calidad de indefinidas. Al muy igualado se le antojó tomar unas pequeñas vacaciones justo en la fecha de San Valentín, y para mi gran sorpresa la noticia mucho más allá de perturbarme, llegó acompañada de una sensación de liberación total.

Sin embargo, mi intención no es la de preocupar a todas aquellas almas desesperadas que deambulan por el mundo en busca de la tan ansiada flecha del amor, tranquilos amigos míos hay otros Cupido de sobra haciendo su trabajo, y en gran medida haciéndolo bien. Yo sólo mandé a volar al mío, a mi parecer necesita tomar mucho aire y observar otras realidades para que luego no ande por ahí clavándome flechas que definitivamente ni siquiera debió dirigirme.

No quise despedirlo, soy la dueña de las oportunidades y considero que el gordo en pañales aún me tiene guardada alguna grata sorpresa con esas inexplicables flechas que me manda; aún creo en el amor y creo que mi Cupido drogadicto se portará bien en el futuro. Digamos que tanto él como yo, estamos en una especie de vacaciones para reencontrarnos con nuestro yo interior, él ha prometido mejorar su puntería y yo he prometido no cagarla, al menos no tan seguido.

Me parece un trato bastante justo, y mientras tanto seguiré disfrutando de esta nueva etapa que ha llegado de imprevisto como una tormenta a desordenarlo todo, pero que sin embargo y para mi grata sorpresa, pasado el caos se ha vuelto especial, diferente y sumamente gratificante.