Delirios nocturnos
Y no lograba comprender esa extraña y casi mágica conexión que surgía entre aquellos dos cuerpos que al unirse estallaban en un mar de emociones carnales y al mismo tiempo celestiales. Podían pasar mucho tiempo alejados el uno del otro, pero cuando volvían a encontrarse y se reconectaban, las almas se entrelazaban en una dimensión suprema. Así eran ellos, que sin saberlo siquiera, cada poro de sus cuerpos estaba conectado al del otro vibrando juntos.
¿Podían separarse? Claro que podían, pero con el pasar del tiempo sus mismos cuerpos eran atraídos entre sí como una especie de imán, que al alejarlos mediante fuerzas externas y soltarlos se juntan nuevamente, para completar la tan ansiada fusión.
La Tierra necesitaba de aquella energía colosal producida en cada encuentro para neutralizar la infección que la humanidad le estaba causando. No podía interferir en intentar juntarlos de forma definitiva, porque todo eso iba en contra de los designios Supremos, pero se encargaba de mantenerlos siempre cerca y así puedan completar, de vez en cuando, aquella desbordante unión.
Y de pronto me encontraba yo ahí, contemplando esa maravillosa escena en su máximo esplendor, el éxtasis desplegado por aquellos seres era indescriptible, me sentí embriagada de todo ese encantamiento que parecía no pertenecer a este mundo y sin embargo, era al mismo tiempo tan humano. Una sensación de paz empezó a recorrer todo mi cuerpo y por fin lo supe, aún me quedaban grandes esperanzas.
Suena el despertador, son las 6 de la mañana. Debo levantarme, tengo que ir al gimnasio, vuelvo a mi realidad. Estoy empezando a hartarme de la rutina, debe existir algo más. Recuerdo el sueño y me repito a mí misma: “Aún tengo esperanzas”.
En ocasiones despertar puede ser una difícil manera de aceptar un hermoso sueño; sin embargo, leyendo el tuyo, provoca llevarlo a la realidad desde el preciso momento en que despierto.
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