Como lo quieres, ¿Con filtro o sin filtro?
Una hoja en blanco que empieza a llenarse con pensamientos, deseos, opiniones y verdades suele ser un tanto peligrosa. Una hoja en blanco en la que plasmas todo aquello que no fuiste capaz de pronunciar, de seguro resultará algo chocante y hasta revelador diría yo. En palabras más directas, no estamos acostumbrados a que nos digan las cosas de frente en nuestra cara pelada, en lugar de ello preferimos que nos endulcen el oído con una sarta de frases “benevolentes” que más que eso me resultan hipócritas. Cuántas veces no les ha pasado que se topan con algún conocido y les pide su opinión acerca de algo, puede ser una nueva adquisición, una decisión, su pareja, trabajo, etc.; a lo que tú ipso facto respondes con una afirmación: - “¡Está bravazo! o, ¡Me parece genial!”. No te atreves a decir lo que realmente piensas por no “parecer” mala onda; sin embargo, en tu cabeza retumba la idea:-¿En qué fucking estaba pensando cuando lo hizo? Además asumes que lo que esa persona quiere escuchar es tu aceptación, porque probablemente la decisión ya la haya tomado. Con lo cual, volvemos a nuestra cruda realidad, y es que estamos perfectamente programados para dar nuestro consentimiento a casi todo, de forma automática. Y lo más probable es que justifiquemos esta conducta diciendo que si fuera realmente nuestro amigo se lo diríamos, pero ¿por qué no hacerlo siempre con todas las personas y en todas las situaciones?
Y tenemos el otro lado de la moneda, ¿Qué sucede cuando nos topamos con el antagónico, ese que nos dice las cosas sin filtro? Pues nos ofendemos. Sí, así somos casi todos. Tildamos de agresivas a las personas que suelen ser directas porque no nos gusta escuchar lo que tienen que decirnos. No toleramos que nos lleven la contraria, necesitamos sentir la tan ansiada y estúpida aprobación social y por ende, para conseguirla estamos dispuestos a aceptar que nos mientan. Por ejemplo, si nos compramos algo, se supone que lo hacemos porque nos gusta, entonces ¿por qué tienes que preguntarle a alguien más qué le parece? La respuesta es simple, buscas que el resto lo apruebe; y si viene alguien suelto de huesos que te dice que no le gusta, te incomodas y lo peor de todo es que empiezas a dudar de la decisión que ya habías tomado, a pesar que al principio te gustaba.
Y tenemos el otro lado de la moneda, ¿Qué sucede cuando nos topamos con el antagónico, ese que nos dice las cosas sin filtro? Pues nos ofendemos. Sí, así somos casi todos. Tildamos de agresivas a las personas que suelen ser directas porque no nos gusta escuchar lo que tienen que decirnos. No toleramos que nos lleven la contraria, necesitamos sentir la tan ansiada y estúpida aprobación social y por ende, para conseguirla estamos dispuestos a aceptar que nos mientan. Por ejemplo, si nos compramos algo, se supone que lo hacemos porque nos gusta, entonces ¿por qué tienes que preguntarle a alguien más qué le parece? La respuesta es simple, buscas que el resto lo apruebe; y si viene alguien suelto de huesos que te dice que no le gusta, te incomodas y lo peor de todo es que empiezas a dudar de la decisión que ya habías tomado, a pesar que al principio te gustaba.
Estamos inmersos en la hipocresía, habituados a decir sólo cosas buenas para encajar y guardamos para nosotros lo que realmente pensamos, y eso en el mejor de los casos. Porque también existen otro tipo de personas, los “adoradores de espaldas”, esos que te destruyen justo cuando no estás, acostumbrados a dar falsos halagos esperando el momento preciso para afilar sus lenguas y vomitar el veneno para decir todo aquello que no fueron capaces de hacer delante de ti.
Es inevitable, estamos mezclados unos con otros intercambiando halagos, comportándonos de la misma manera en que lo hace el resto, representando a la perfección el papel social que nos dijeron que estaba bien. Y así andamos por el mundo como si nada. Si por ahí te cruzas conmigo, hagámonos el favor de no dejar entrar a la hipocresía en nuestro momento. Hagamos el esfuerzo de al menos intentar ser un poco más reales, no quiero que me digas lo que yo quiero escuchar, quiero que me digas lo que tú tengas que decirme, para eso te pregunto. No necesito tu aceptación, ni requiero tu aprobación porque con la mía me basta. Tampoco pretendo encajar y menos que me entiendas. Sólo sé tú mismo y déjame ser yo misma.
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