Dualidad....



Era una mañana fría de invierno y la nieve cubría por completo la vegetación del parque central de la ciudad. En una de las bancas cerca al lago ahora congelado, ella observaba con nostalgia la avidez que demostraban los niños mientras patinaban. Quedaba claro que la soledad había terminado de apoderarse por completo de su alma. Aquella mujer tenía un aire perdido, era como si le hubieran arrebatado la energía, y ahora la desidia estuviera también robándole los años.

De pronto, en un instante mágico de aquella mañana de invierno, el tiempo se detuvo, todo alrededor se paralizó por completo y una especie de resplandor se manifestó delante de sus ojos. Solo en ese preciso momento, su interior pudo finalmente expresar con palabras lo que no había sido capaz de pronunciar durante muchos años: 

-Creo que estoy rota y necesito que me recompongan, si eso es posible –reveló la mujer de manera tan natural que hacía pensar que el tiempo no se hubiera detenido.

-¿Por qué crees sentirte rota? –le contestó una cálida voz proveniente de algún recóndito lugar.

-Nací perfecta pero el mundo me ha roto, aunque pensándolo un poco mejor no es culpa del mundo, fueron las personas. Espere un momento... –replicó ella-. No creo que haya sido culpa de las personas tampoco, ahora que lo pienso mejor fue mi responsabilidad, yo permití que sucediera, perdí mi originalidad y ahora que la quiero de vuelta ya no logro encontrarla.
Estoy rota, soy una burda copia de algo que quería ser y ahora ya no quiero. Necesito encontrarme, si es eso posible.

-Siempre es posible –respondió serenamente la voz.

-Me siento perdida, desde que empecé a buscarme estoy aún más confundida. ¿Acaso a todos les pasa lo mismo o es que yo ya no tengo remedio? –exclamó ansiosa la mujer. Si pudiera juntar todos los pedazos de mi alma y volver a unirlos, ni siquiera me importaría si quedasen cicatrices porque me recordarían mi lucha. Sin tan solo pudiera... ¿Sería eso posible?

-Ya has empezado y creo que aún no te has dado cuenta.

-¿Está confusión es el inicio? –expresó asombrada la extraña mujer. Muchos pensamientos revolotean mi cabeza, intento callarlos o al menos controlarlos y me es casi imposible, necesito estar sola. Las cosas de fuera me distraen, son como ruidos incesantes en mi mente. Quiero encontrar esa paz que alguna vez me perteneció pero la turba me absorbe.

-Mira hacia adentro y encuentra la respuesta.

Esta última frase quedó resonando en su mente por unos instantes que parecieron eternos. Era cierto, ella sabía exactamente la respuesta, estaba cansada de complacer a las personas, de intentar ser perfecta y encajar en un mundo que no era el suyo. Se encontraba hastiada de seguir normas y horarios establecidos que no le pertenecían, se sentía enjaulada y se dio cuenta de que necesitaba un respiro. 

Mirando fijamente hacia el lago donde se vislumbraba la escena congelada de aquellos niños patinando, finalmente dijo:

-Añoro esa libertad, esa singularidad propia de cuando aún no te has dejado arrastrar por esta especie de vorágine cotidiana en la que nos encontramos sumergidos. Espera un momento –reflexionó ella-,  ¿Eres real o acaso eres solo una simple voz dentro de mi cabeza?

-¿Y eso qué importancia tiene? -añadió la voz-, si ya éstas despertando. Escucha lo que tu corazón tiene que decirte.

En seguida el tiempo volvió a ser el de siempre, el aire frío recorría sus mejillas y las personas a su alrededor continuaban su rumbo. Una renovada mujer estaba ahora sentada en la banca de aquel parque, algo extraño había sucedido en su interior, era la misma persona pero lucía y se sentía diferente.

Alcanzar el difícil camino de la paz interior no es tarea sencilla, pero vivir intentando ser alguien quien realmente no eres, es asfixiante… Y es que no hay peor carcelero que uno mismo.

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