Encuentro de dos almas...
El recuerdo es difuso pero la sensación
que me queda es intensa. Soñé contigo, o quizás nuestras energías se juntaron, se
llamaron, se buscaron, por así decirlo. Mi rostro descansaba sobre tu pecho y
mis manos acariciaban tu piel lentamente recorriendo cada centímetro de tu ser.
Al principio, todo era tan vívido, como si todas las sensaciones explosionaran inundándome por completo, sentía los latidos de tu corazón, el
calor de tu cuerpo junto al mío, lo sublime de tus caricias, la suavidad del roce de nuestros labios; y
de pronto, mi mente advirtió que se trataba de algo mucho más profundo de lo habitual, las emociones
eran diferentes, como una especie de ensoñación de la cual no quería despertar.
Si tu cuerpo no era el que me estaba
regalando todas esas sublimes sensaciones entonces se trataba de una experiencia distinta, era mi alma la que estaba
despierta y la tuya a mi lado. Te sentí, como si estuvieras aquí, fue tan real
y a la vez tan astral. Me sentías también. Eras tú, pero eras más que tú. Era
tu cuerpo, tus labios, tu piel, tu espíritu, tu energía… Tú, todo completo.
Sonreías como siempre que te cuento algo gracioso, hablabas a mi oído buscando
intimidad. Tu calidez me tenía atada a ti. No quería que acabara, no
quería despertar. Sensación de gozo. Sensación de paz. Sensación dual.
Finalmente, mi mente mal acostumbrada me traicionó, y en lugar de disfrutar
quiso perennizar, en vez de sentir quiso poseer, aferrarse al momento para controlarlo y fue ahí cuando pasé
de la deliciosa escena que estaba experimentando a un repentino desvanecimiento
que me trajo de vuelta a la realidad. Solo al cerrar los ojos puedo traer de
vuelta los recuerdos que aún quedan como huellas en mi piel.
Han
pasado varios días y la sensación es la misma, es lo que yo llamo el encuentro
de dos almas y la intromisión de una mente, que ha despertado y quiere cambiar.
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