Mi primera vez...
Mi primera vez con Ayahuasca
Llevaba ya un buen tiempo lidiando con una especie de
hastío por mi trabajo, días sin sentido cargados de estrés, compañeros
laborales que no reconocía, horarios impuestos que debía cumplir y el mal humor
que afloraba en todo momento. El levantarme para ir a trabajar se había
convertido en una especie de tortura, los fines de semana eran un escape y los
domingos días de sufrimiento porque sabía que al día siguiente regresaría a mi
cárcel laboral. Sentía que necesitaba más tiempo para dedicarle a cosas que
realmente me apasionan como el teatro, el gimnasio, el baile y recientemente el
yoga. Sentía que la vida se me escapaba en la oficina, sobrevivía al letargo
que me dejaba la jornada diaria y cuando llegaba al teatro o al gym ya no me quedaban
energías para fluir como hubiese querido. Sentía que nada tenía sentido y que
estaba inmersa dentro de un laberinto sin salida porque no me atrevía a
renunciar ni mucho menos a cambiar.
El tema del "Ayahuasca" venía rondando por
mi cabeza hace algunos años, sabía que quería vivir la experiencia en algún
momento de mi vida, pero no había decidido cuándo. Y así fue pasando el tiempo,
siempre con la espinita atravesada.
Dicen que el Ayahuasca te encuentra cuando estás
preparado y fue así como de pronto me encontró una tarde en que mi mejor amiga
me envió un email con información de un lugar en Lima donde hacían la tan
ansiada sesión. Envié un correo solicitando me acepten y luego de una semana
obtuve una respuesta positiva, sin embargo, una serie de eventos hicieron que
me viera obligada a postergar una vez más la tan ansiada experiencia, quizás no
era mi momento o no estaba lo suficientemente convencida.
¿Y cuándo ocurrió?
Finalmente luego de 2 meses estuve dentro del grupo,
la fecha esperada era el 15 de Noviembre y así empezó la preparación. Debía
seguir una dieta que cumplí los 10 días previos a la sesión y que te indicaba
dejar por completo las carnes rojas y el cerdo, cero cafeínas, no lácteos, abstinencia
de sexo incluida la masturbación y cero alcohol, entre otras cosas. Debo
confesar que no la pasé bien con esas restricciones, pero estaba decidida a
seguir al pie de la letra las indicaciones.
Y llegó el día esperado, me sentía tranquila y
sobre todo segura de la decisión que había tomado; necesitaba un despertar, un
respiro, una luz, "algo".
Eran las 10.30 pm y ya estaba en el lugar indicado,
fui la segunda en llegar. Había una salita de espera con sillas alrededor donde
estaba un hombre con el cual cruzamos miradas y una sonrisa como saludo. Unos
pequeños nervios me invadieron, pero desaparecieron tan rápido como llegaron.
La sesión empezó a la medianoche tras algunas
explicaciones sobre las posibles vivencias que podíamos experimentar y sobre
cómo proceder si sentíamos temor o miedo. La maestra nos estaría acompañando y
guiando durante toda la jornada, no había nada que temer y para ser sincera yo
no sentía ningún miedo, estaba feliz de empezar.
Luego de una especie de ritual donde fumaban tabaco y
protegían el lugar de cualquier espíritu ajeno al de la Madre Ayahuasca fui la
primera elegida del grupo en beber la medicina. Tres cuartos de vaso de la
bebida indígena de un sabor entre amaderado con un toque de acidez y amargor
que resultó bastante tolerable. Las primeras sensaciones fueron de ligera
náusea, sin embargo, nunca llegué vomitar. Media hora después sentí una
relajación agradable sin ningún cambio adicional significativo salvo pequeñas
luces que aparecían, de cuando en vez, en medio de la oscuridad. Sin embargo,
dos horas más tarde me sentía bastante normal y la Maestra nos dio otra dosis a
mí y a mi compañero de al lado, la cual recibí con alegría porque esperaba algo
más que esa leve sensación de relajación que podía obtener con cualquier sesión
de masaje o clase de yoga.
En esta ocasión el líquido lo sentí mucho más amargo a
pesar de que provenía de la misma botella, mi paladar lo recibía por segunda
vez, pero ahora el sabor era casi intolerable; lo tomé hasta el fondo y al
seco, y me recosté. Las náuseas nunca volvieron y sin darme cuenta me fui
acomodando en posición fetal sobre mi lado izquierdo y al estar así acurrucada
como una bebé, de pronto, una sensación de paz se apoderó de todo mi cuerpo y
me dejé seducir por ella, era como si mi cuerpo flotara y apareció ante mí la
primera revelación de la noche; pude ver que con cada decisión que había tomado
a lo largo de mi vida mi mundo se movía, de manera literal podía sentir el
movimiento, habían fuerzas que se expandían y fui consciente de que con cada
paso que doy estoy cambiando, moviendo, modificando todo a mi alrededor. Pero
no fue un entendimiento de pensamiento sino que lo veía ahí mismo, podía
percibirme en el presente moviendo el universo con cada paso. De pronto advertí
como mi mente empezaba a desprogramarse de códigos viejos que veía salir de mi
cabeza, en forma numérica, conforme avanzaba hasta quedar libre de patrones, me
limpiaba.
Me volví a dejar llevar por esa sensación de bienestar
mientras una sonrisa acompañaba mi rostro. No sé exactamente cuánto tiempo pasó
y, de repente, sentí unas ganas inmensas de emitir sonidos guturales, era una
necesidad intrínseca que en ese momento no estaba dispuesta a frenar y los
sonidos comenzaron a aflorar desde mis entrañas, sin embargo, solo yo podía
escuchar esos rugidos provenientes desde el fondo de mi ser, era mi guerrera
interna despertando, levantándose y haciéndose presente. La vi, y me vi, luchar
a través de los siglos, desde el principio del tiempo en las cavernas donde se
alzaba imponente, pasando por diversas batallas, hasta llegar a esta vida; la mía.
No existía línea de tiempo, ella y yo éramos una y fue así como sentí su fuerza
que también era la mía y por primera vez entendí que la había estado anulando
durante muchos años, callando su voz y doblegando su lado salvaje, pero esa
noche ella salió a gritar su poder y a reclamar su lugar en mí y pude entender
de dónde proviene mi fuerza, mi capacidad de adaptación y mi vehemencia, yo soy
la guerrera que habita en mí y le permití romper las cadenas que yo misma le había impuesto.
No puedo explicar en palabras la cantidad de emociones
y sensaciones que viví aquella noche y debo confesar que, además, algo aún más sorprendente sucedió. La
Maestra se acercó a mí con otra revelación y me hizo una pregunta, la cual solo
me quedaba confirmar con sorpresa. La Madre Ayahuasca le había revelado un
hecho de mi vida que ella no tenía forma de saber y ahora se disponía a
sanarme. Me hizo un ritual personal donde me desbloqueó determinada parte de mi
cuerpo, liberándome de aquella culpa que había cargado durante tantos años.
Antes de llegar ahí no tenía idea que eso era justamente lo que necesitaba, ni
si quiera lo buscaba, hasta puedo decir que lo había olvidado, pero en ese
momento sentí una paz tan grande que me dejé llevar otra vez por esa dicha que
me embargaba hasta que me dormí en un placentero sueño.
A la mañana siguiente nos despertaron para compartir
un desayuno y, a pesar de haber dormido solo una hora, me sentía bien y no
había cansancio en mi cuerpo. Sentía que la Ayahuasca seguía trabajando en mi
haciéndome estar presente todo el tiempo en el aquí y el ahora. Y es justo hoy
que tuve el impulso de plasmar toda esta experiencia para que no se me escapen
los detalles, para volver a leerlos y releerlos las veces que lo necesite, para
regresar a mi cuando me sienta perdida y pueda recordar que soy una guerrera,
que estoy conectada con el mundo, que soy una con el universo y que tengo la
fuerza necesaria para cambiar mi destino en todo momento. Que tengo el derecho
de ser y que merezco todo lo bueno.
Solo me queda agradecer por esta experiencia que la
vida me ha regalado, comprender que es un viaje para el cual no todo el mundo
está preparado y que finalmente, cada uno encuentra su propia forma de
descubrirse.
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