Sólo quería un café con poca azúcar
“Solo quería un café con poca azúcar, quizá un crousant. No iba por la tertulia o el filtreo. Juro por Dios que sólo fui por un café, pero te vi”.
En mi caso, sólo fui por una copa. Y mi mundo perfectamente calculado empezó a desmoronarse hasta que se hizo pedazos, los cuales restauro presurosamente para engañar a mi mente y a mi corazón de que todo sigue tal cual como estaba. Que nada ha cambiado y que sigo siendo la misma chica dura que un día cualquiera decidió que en su corazón no albergaría a nadie, por más que ese alguien tuviera la osadía de querer entrar.
La vida es mucho más sencilla cuando vives al máximo disfrutando a cada minuto de tu soledad, de tu propia compañía, de tus amistades y de tu tranquilidad. No experimentas esos extraños sentimientos que reciben el nombre de “celos”. Si, esos que te deforman los pensamientos y te flagelan el corazón en silencio. Tampoco sientes esas extrañas mariposas en el estómago, cada vez que escuchas su nombre o ves su número timbrando en tu Smartphone; esas que ahora pretendo aplacar con antiácidos, ejercicios, yoga, juergas y todas las demás armas que tenga a mi alcance. No andas por el mundo sintiendo que todo es color de rosa y con una sonrisa en tus labios, ni tampoco andas perdiendo el apetito ni el sueño. Cuando vives sin enamorarte todo es más real y sin complicaciones.
Y claro, lógicamente es mi punto de vista, no creo tampoco que el amor sea lo peor que te puede pasar, sino todo lo contrario. Sin embargo, si te enamoras en el momento en que no tenías ni un ápice de intención de hacerlo, empieza la disyuntiva.
Y no digo que esté enamorada, ¡No Horror! Simplemente estoy en una etapa que aun no puedo ni logro identificar del todo.
Lo que me asusta es que presiento lo que viene, el inevitable Cupido lanzándome un certero dardo mortífero. Si es que ya no me lo lanzó y ando agonizante pasando por otra etapa, peor aún, la de la completa negación de la realidad. Y ahí si ya estoy jodida mal.
Mi incógnita es cuándo y por qué bajé la guardia, y permití que la química hiciera su parte. En qué momento mi gran Muralla China que rodeaba mi corazón aislándolo de todo sentimiento posible empezó a sucumbir a sus acciones, dejando a mis sentimientos vulnerables. En qué momento mi iluso cerebro empezó a producir la feniletilamina y secreciones de dopamina y no sé que mas hormonas que terminan en “ina”. Pues aún no lo logro identificar.
Me encuentro en un estado de “imbecibilidad transitoria” del que intento salir. Pero tengo un AS bajo la manga, un arma secreta que no me puede fallar: EL MISMO, aquel hombre culpable de todas mis debilidades actuales y cómplice de las malditas hormonas en mi cuerpo. Porque espero ansiosamente que haga algo que alerte mi corazón y mi cerebro. Porque inconscientemente tengo esa sensación de que no es para mí, llamémoslo presentimiento, sexto sentido, o cualquier otra cursilería que se le parezca.
No me falles Darling, tengo todas mis esperanzas puestas en ti, estoy esperando que lo eches todo a perder. Y no te tardes eh!, que no podré resistir por mucho tiempo.
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