D.O.L.O.R
Pero ¿Por qué ahora? Porque ya no soy la misma figura impenetrable. Quizás sin darme cuenta, en algún momento
del camino me di permiso para sentir y me quité la máscara, pude recuperar mis
sueños del pasado, mis ilusiones de niña. Pude proyectarme como compañera de
alguien más, pude volver a soñar, aunque sea por muy poco tiempo. Nos vi juntos
a través del tiempo.
En el camino me fui perdiendo, confundida por mi necesidad de afecto. Aceptando
censuras, modelando mi discurso hasta convertirlo en música para tus oídos. Justificando
mis decisiones pasadas, soportando miradas acusadoras, sintiendo culpa por no
ser lo que “debería ser “. Intentando ser la “niña buena” para que así puedas
quererme.
Tus preguntas incómodas sobre mi pasado, tus comentarios
hirientes camuflados bajo el manto de una broma inocente. Tu mirada inquisitiva
al acecho de algo que no existía. Tus ganas de cambiarme. Tu intento de
moldearme.
Ese era tu lado oscuro, pero también tuviste mucho brillo. Hubo
un momento en el que nos dimos mucha alegría, fue nuestra mejor época, fuimos felices.
Sólo tú y yo contra el mundo. Compañeros. Estábamos en el mismo bando. ¿Cuándo
empezamos a cambiar? ¿Qué fue lo que falló? ¿En qué nos equivocamos? ¿En que
preciso instante comenzamos a perdernos?
Tengo una teoría. Y quiero vomitarla. Dejamos de mirarnos a nosotros, pasamos a
formar bandos, defender nuestra opinión era lo más importante, tener la razón se
convirtió en parte de nuestra vida. Nuestras conversaciones se volvieron puntos
de vista por defender, el sentirse ofendido cuando el otro no pensaba igual se
volvió pan de cada día. No pudimos aceptarnos imperfectos y queríamos
cambiarnos. El resentimiento se fue acumulando y las peleas invadieron nuestro
mundo. Solo algunos momentos fugaces se volvían nuestros salvavidas dentro de
tanto caos; e inevitablemente esos salvavidas fueron cada vez más escasos.
Mi mundo se quebró. El miedo volvió a instalarse y las dudas
llegaron para quedarse. ¿Pudimos salvarlo? Quién sabe. No quise. No quisiste.
El cuadrilátero era más importante. Dos egos heridos que ya no sabían cómo amarse.
Nos perdimos en medio de tanta lucha.
Esta es mi forma de mirar nuestro panorama desde otra perspectiva, de honrar el aprendizaje, la forma de
liberar mi dolor. La única que conozco. Y sí, yo también me equivoqué. Yo tampoco supe amarte.
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